domingo, 13 de abril de 2008

EN LA CASA ENCANTADA DE PIERRE POULAIN

Ayer visité de nuevo a Pierre Poulain.
Su casa me sigue fascinando... Entré temprano y salí muy tarde, como siempre, porque ahí el tiempo parece detenerse pero, en realidad, sigue corriendo...
Hoy, que estoy en Montpellier, todavía tarareo el estribillo de un vals francés que sonaba en no sé muy bien dónde... Bailamos, bailamos mucho, hasta marearnos... Los dos juntos, agarrados.
Y bebimos Anís del Gato. En casa de Pierre, todas las botellas son diminutas. Un botellín es un trago. Nos emborrachamos y dejamos el suelo cubierto de cristales rotos y en el aire, flotando, envolviéndonos, polvo de vidrio como purpurina.
¡Qué recuerdo más mágico!
Nos emborrachamos, digo, y bailamos más y más.
Pierre sacó a bailar una viuda de cartón de las que moran en la casa y la intentó besar...
Me reí mucho.
Hubo un momento en que quise llorar... pero también me reí mucho.
Ahora, aquí, en Francia, se me hace tan extraño no poder arrojar al suelo las botellas de Pastis para oír como estallan contra los adoquines de la rue de l'Enfer.
Pronto estaré allí otra vez...