martes, 16 de agosto de 2011

Carta de ‘Rolling Stone’ a Su Santidad el Papa Benedicto XVI


A Su Santidad el Papa,

Tendría que ver usted cómo están ya las calles de Madrid, Vuestra Santidad: engalanadas para su inminente visita. Han instalado 200 confesionarios el El Parque del Retiro, cambiado la mayoría de las marquesinas del centro de la ciudad e incluso plantado flores blancas y amarillas en la Puerta de Alcalá, en sintonía con los colores de la bandera de su Ciudad del Vaticano. Dicen los organizadores de la Jornada Mundial de la Juventud que de los 50 millones de euros que ha costado la preparación de esta sacra semana, nada ha salido del bolsillo de los contribuyentes españoles, que todo corre a cuenta de la cuota que han pagado los peregrinos (entre 30 y 210 euros) y de los patrocinadores privados. Aun así, comprenda, Beatísimo Padre, nuestros recelos.

Este es un esbozo de la situación actual de España, por si sus asesores aún no le hubieran informado. Sólo en Madrid, la ciudad que lo acogerá el próximo 18 de agosto en las imponentes dependencias del Nuncio Apostólico, 25 familias se quedan diariamente sin techo por no poder pagar sus hipotecas. Dos de cada diez españoles en edad de trabajar no encuentra empleo. La tasa de paro se eleva al 43,61% en la población joven. La pensión media de nuestros ancianos no alcanza los 650 euros mensuales y la sanidad y la educación pública se deterioran por falta de medios. La economía de nuestro país, Su Santidad, se tambalea, con el único respiro de ayudas financieras internacionales que piden a cambio más y más recortes a un Estado de bienestar que de famélico parece moribundo. Las cosas no marchan del todo bien en la sede de la Jornada Mundial de la Juventud 2011, Su Santidad.

Es por ello que seguro que comprende usted que el descuento del 80% en el abono de transporte del que sus peregrinos gozarán estos días en Madrid, ha sentado como una jarra de agua fría a los madrileños desempleados, que hace poco se enfrentaron a una subida de alrededor del 4,5% para ese mismo servicio y del 50% para el billete sencillo. Tampoco gusta a los contribuyentes residentes en España que ese descuento en el transporte público a sus beatos peregrinos suponga dejar de ingresar 20 millones de euros, justamente ahora, tan mal momento para sacar el cartel de las rebajas. Los funcionarios españoles también andan algo molestos, especialmente los conserjes de colegios públicos, que han visto truncadas sus vacaciones para tutelar los centros en los que se hospedarán sus peregrinos. Quizás deba saber usted, Su Santidad, que el Estado les bajó el sueldo a muchos de estos profesionales el pasado año. Para que se haga una idea: un conserje cobra en España poco más de 1.000 euros al mes, mil veces menos que el millón de euros mensual que ingresa la Iglesia Católica en su bella residencia de la Ciudad del Vaticano.

Al mismo tiempo, debería usted comprender que hay católicos que no entienden el patrocinio de su visita, dispuesto por bancos y empresas privadas que poco o nada tienen que ver con el mensaje de virtud que usted predica. Que la Iglesia acepte fondos de entidades que han provocado el hundimiento económico de honradas familias cristianas, hiere algunas sensibilidades.

También queremos comunicarle algo que probablemente ya sepa, Su Santidad: sus fieles y usted son una comunidad muy afortunada. Esta ciudad de Madrid, que cortará el tráfico del centro durante una semana, desviará rutas de autobuses y cerrará paradas de metro, no acepta con tanta facilidad las manifestaciones multitudinarias. Pregunte si no por las trabas que han encontrado los festejos del Orgullo Gay, la manifestación laica que pretende celebrarse el día previo a su llegada o las concentraciones de los indignados. Observará sorprendida Su Santidad el trato preferencial que le prestan las administraciones públicas. Y ya que hablamos del tema, permítanos hacerle llegar un mensaje para uno de sus biógrafos en España, Pablo Blanco, que afirmó que estos días convocaba usted, Sumo Pontífice, a los jóvenes comprometidos y no a los indignados. Son estos últimos, los indignados, seres comprometidos a fondo con la igualdad y la justicia, palabras no tan lejanas a la religión que tanto usted como Pablo afirman profesar.

Respetamos profundamente la libertad religiosa. Y, con excepción de las aristas señaladas, no censuramos en absoluto la misión católica que desempeñará estos días en Madrid. Sin embargo, le rogamos encarecidamente el mismo respeto con la vida política de este Estado aconfesional. Sería un gesto muy feo por su parte, Su Santidad, condenar en algunos de sus actos religiosos la ley del aborto española o la del matrimonio gay, logros sociales que este país ha conseguido sacar adelante. Sería igualmente irresponsable incidir en su rechazo al uso del preservativo "en la mayoría de los casos": los afectados por enfermedades de transmisión sexual y los padres de adolescentes no se lo agradecerían.

Finalmente, le presentamos nuestros disculpas si considera ofensivos algunos carteles que compiten con los suyos en las vías madrileñas. “Dejad que los niños se acerquen a mí”, se puede leer en ellos. Sí, es lo que está pensando: la frase relaciona Iglesia católica y pederastia. Pero a buen seguro que comprenderá usted, Su Santidad, que los miles de adultos que han denunciado en la última décadas abusos sexuales por parte de sacerdotes en su infancia, levanten las suspicacias del pueblo.

Disfrute de su estancia en Madrid y no olvide, si dispone de tiempo Su Santidad, visitar las diminutas parroquias del extrarradio de Madrid. En el poblado chabolista Cañada Real, al sur de la ciudad, una pequeña iglesia sobrevive entre montañas de basura. Feligreses y párroco se lo reconocerán con su dicha.

Afectuosamente,

ROLLING STONE

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